Ph. AID Live Foundation
El amor por la niñez ha sido determinante en la vida de Lala. Estudió Pedagogía en Caracas, Venezuela, y ejerció su carrera en un jardín infantil trabajando con niñas y niños en condición de discapacidad. El trabajo de su esposo, quien asesoraba a inversionistas del sector de hidrocarburos en Colombia, los llevó a tomar la decisión de migrar a este país junto con Gastón y Eliana, sus dos hijos.
Al establecerse en Bogotá empezó a coordinar programas de restitución de derechos de niños en la Fundación Casa de la Madre y el Niño. Durante siete años su principal misión fue trabajar con esta comunidad, encargándose también de los programas de adopción. Su vocación la impulsó a estudiar una maestría en Gerencia de Proyectos Sociales, en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, la cual cursa actualmente.
Esta mujer apasionada, ha participado en diferentes voluntariados. Se ha encargado de donaciones, ha organizado jornadas de atención a poblaciones en condición de vulnerabilidad, entre otras actividades. Sin estar directamente vinculada con ninguna ONG, siempre encontró la manera de ayudar por sus propios medios.
Cuando Lala estaba en Colombia comenzaron los problemas en su país natal, lo que obligó a miles de familias a empacar su vida en una maleta y cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades. No pudo ser ajena de esta situación, por lo que fue a la frontera colombo-venezolana con su amiga Edith Silva, para encontrarse con madres y sus hijos migrantes, escuchar sus historias y conocer su realidad. Los problemas de salud y desnutrición que encontró en niñas y niños provenientes de Venezuela la llevaron a tomar acción y crear ‘Comparte por una vida, Colombia’. Esta iniciativa para disminuir la desnutrición infantil en la frontera ha entregado más de 11.000 refrigerios y 3.800 complementos nutricionales desde 2018.
Aún cuando este proyecto nació originalmente en 2016, en Venezuela, como una campaña mediática para recolectar donaciones que contribuyeran a mitigar la escasez de alimentos en los hospitales de ese país, se reinventó a una nueva realidad, y Lala asumió la dirección de esta ONG en territorio colombiano bajo el eslogan “Juntos somos más”.
Ph. Tatiana Jachyra – Kulczyk Foundation
¿Cuál es el reto más grande de liderar la fundación ‘Comparte por una vida’ en Colombia?
Focalizar la población. La necesidad es tan grande que debíamos encontrar el enfoque en territorio colombiano, así que, gracias a la Junta Directiva, conformada por colombianos y venezolanos, nos organizarnos como equipo y sacamos el proyecto adelante siguiendo los pasos de la extraordinaria labor de Ana Isabel con la niñez con ‘Comparte por una vida’ en Venezuela, por lo que nos enfocamos en entornos protectores como escuelas en Norte de Santander.
¿Quién la ha apoyado en este proceso?
El apoyo de mi compatriota Edith Silva fue fundamental. Las dos fuimos voluntarias para ‘Comparte por una vida, Venezuela’ recolectando ayudas desde Bogotá, y juntas decidimos emprender este camino aquí en la capital.
En el proceso nos hemos dado cuenta de que solas no podemos atacar una situación tan compleja. Formamos un gran equipo con Gilberto Moscoso, quien orienta proyectos, y en Cúcuta con dos retornados colombianos que viven allá y se encargan de la logística y coordinación del proyecto.
Es clave tener aliados gubernamentales y locales, además de recibir el apoyo de otras ONG, por eso nos damos la mano.
Ph. AID Live Foundation
¿Quién contribuye al financiamiento de la iniciativa?
Los aliados nos ayudan a cumplir nuestro objetivo. Somos una ONG privada, sin ánimo de lucro, y la presidenta de nuestra Junta Directiva tiene mucho conocimiento en temas de impacto social. Ella nos ha ayudado a proyectarnos como una empresa social y a buscar aliados dentro del mundo del desarrollo humano. La articulación de alianzas dentro del sector público local, ONG locales y el sector privado es la triangulación perfecta.
Al mismo tiempo tenemos al ciudadano del común que está sensibilizado y quiere ayudar, sin ver bandera o nacionalidad, desde sus quehaceres diarios. Además tenemos emprendedores que nos apoyan, como es el caso de Colors For Good, una iniciativa de venezolanos en México que fabrican pulseras. Con la compra de un set de manillas las personas aportan a la compra de hasta 15 refrigerios y tratamientos para la desnutrición para los niños.
¿La fundación solo atiende a comunidad migrante?
No, para nosotros es importante entender que aquí estamos afectados todos, y que dentro de toda la población vulnerable colombiana, hay población migrante, retornantes y receptores. Nosotros trabajamos con todos los niños afectados, nosotros no miramos bandera política ni nacionalidad.
La atención es la misma para todos, tenemos una línea base y priorizamos la zona. Un ejemplo es Villa del Rosario, en Norte de Santander, una zona altamente afectada por población pendular, es decir, niños que viven en Venezuela y cruzan la frontera todos los días. El 80% de nuestros beneficiados viven en mi país, y dentro de esa población hay muchos niños colombianos.
Ph. Tatiana Jachyra – Kulczyk Foundation
Nosotros atendemos a todos los que estén escolarizados y entren dentro de los índices de desnutrición que hemos establecido en nuestro programa, porque nuestro objetivo es a largo y mediano plazo, los tratamientos de desnutrición no pueden ser asistencialistas.
Por otro lado, sabemos que la cobertura del Programa de Alimentación Escolar (PAE) no es completa, por esto nuestro objetivo es priorizar la zona, miramos qué colegio no tiene cobertura completa por parte del PAE y ahí es donde nosotros entramos. Quienes ya son acogidos por ese Plan reciben su tratamiento para la desnutrición, y quienes no hacen parte, reciben un refrigerio adicional al tratamiento.
Al mismo tiempo estamos mejorando las condiciones en las escuelas. Había colegios en Norte de Santander que no contaban con servicio de agua y, en articulación con la Gobernación y la Alcaldía de Villa del Rosario, creamos el programa El agua que dura. Ahora algunas instituciones educativas cuentan con este servicio básico que contribuye a mejorar la calidad de vida de los niños.
¿Cuáles son los mayores desafíos a los que enfrentan los niñas, niños y adolescentes migrantes?
Lo más triste de todo esto es que les han robado su dignidad. Hay un fenómeno que se llama “niñez dejada atrás”. Con la migración vemos muchos niños solos cruzando la frontera, que ni siquiera tienen nacionalidad, que sus padres migraron y por eso quedaron en manos de un adulto mayor que en muchos casos fallece. A ellos no les queda de otra que buscar la manera de sobrevivir.
El mayor reto para ellos es ese, sobrevivir a una guerra donde no saben si hay realmente un solo enemigo. Esta frontera es muy difícil de controlar pues el 70% de estos niños cruzan por pasos irregulares, donde se enfrentan al reclutamiento voluntario o forzado por parte de bandas criminales, al microtráfico, a la explotación sexual o laboral.
Sus derechos de niños son vulnerados y lo más difícil es la normalización de todas estas dinámicas que violentan la infancia. Estas problemáticas también afectan a todas las poblaciones vulnerables de Colombia.
¿Cuál ha sido el apoyo por parte de su familia a esta gran labor?
Mis hijos han entendido que el trabajo de su mamá es una forma de vida, es un valor intrínseco que está en ellos. Entender que debemos respetar la dignidad humana y que, si nosotros tenemos una herramienta para defenderla, lo tenemos que hacer como familia.
Tenemos un sentido muy grande de corresponsabilidad. Nosotros nos sentimos orgullosos de ser venezolanos, pero también nos sentimos agradecidos de que Colombia nos haya permitido desarrollarnos como familia, tener amigos, crecer en una sociedad y aprender de ella.
Mi hijo se graduó del Colegio San Carlos y escucharlo cantar el Himno Nacional colombiano el día de su graduación, es una emoción que no te puedo describir como madre. Colombia nos regaló esta oportunidad, nos dejó ser… Por eso sentimos una gran corresponsabilidad.
¿Cómo cree que impactó la migración a sus hijos? ¿Cómo ha sido para ellos crecer en Colombia?
Mis hijos, aquí en Colombia, han entendido que no pueden perder su naturaleza como venezolanos, pero tenemos que respetar y aprender de la naturaleza colombiana y hacerla también nuestra. Yo les digo a ellos que son bilingües porque hablan colombiano y venezolano, ellos se sienten muy orgullosos de eso.
Cuando llegamos mi hijo mayor tenía nueve años y la menor cuatro y han sido inmensamente felices acá, lo vivieron como una aventura. Aquí aprendimos a comer arepa, pero de otra manera, aprendimos a comer maracuyá y no parchita. Sin embargo, siempre recordamos las tradiciones venezolanas, aún tenemos familia en Venezuela.
No dejamos de agradecer lo que nos dio Venezuela sobre todo como padres y profesionales, a mi esposo y a mí, pero estar en Colombia nos ha permitido prepararlos a ellos para el mundo al que se van a enfrentar hoy en día, y su responsabilidad es alzar la voz por nuestro país.
¿Por qué el eslogan de la fundación en Colombia es distinto al de Venezuela?
En Venezuela arrancamos con “Un niño hace la diferencia”. Pero para nosotros “Juntos somos más” es más diciente. Nos sirve para enviar un mensaje tanto al colombiano como al venezolano, y decirles que solos no podemos afrontar una situación tan compleja de carácter humanitario.
Nosotros somos un ecosistema completo, que si nos organizamos, podemos ser más fuertes y grandes. No nos podemos quedar esperando a que solo el Estado responda a una crisis y genere unas políticas para integrar las problemáticas y darles su justa atención. Esto es algo que no pueden resolver solos. Esto es un reto mundial ¡y debemos afrontarlo juntos!
¿Cuál es ese llamado que Lala Lovera puede hacer para que entendamos lo que significa ‘Juntos más Grandes’?
El llamado es a vernos como una humanidad compartida, todos somos humanos. Es el momento de darnos cuenta de que una población no puede ser carga de un organismo por tres meses y luego pasarlos a otro, esto ya dejó de ser una emergencia, es una realidad que le cambió el camino a Colombia.
Colombia es experto en desplazamiento interno, el bogotano tuvo que recibir al pastuso y al antioqueño, tenemos que entender que somos una humanidad compartida. Colombia fue líder en migración interna y esa experiencia que obtuvo en ese proceso es muy importante y útil para lo que afronta hoy en día.
Yo creo que lo que ocurre es una mezcla de xenofobia con aporofobia, pero debemos darnos cuenta de que no son migrantes, son seres humanos. Yo he ido a Chocó, Quibdó, Bojayá, Tumaco, Tibú y Buenaventura, porque yo quería conocer la verdadera Colombia y así poder hablar en el mismo idioma, para poder adaptarme y aprender de mi nuevo hogar. Invito al venezolano migrante a que se integre de manera positiva a las dinámicas de este país que nos brinda una nueva oportunidad, y al colombiano a abrir la puerta a una humanidad compartida.
Ph. Tatiana Jachyra – Kulczyk Foundation
¿Cómo pueden los interesados contribuir a la causa de su fundación?
Para las empresas privadas que se quieran vincular con nosotros solo deben tocarnos la puerta o abrirla para ir y presentarles proyectos acordes a sus objetivos visionales. Tenemos voluntariados porque lo que queremos es que todos se apropien de esto para avanzar y construir juntos. No hay ayuda chiquita, nosotros potencializamos todas las ayudas que recibimos. Todos tenemos algo que aportar.